Empoderamiento de las comunidades y amplia participación de la población campesina parecen ser la clave para el éxito en procesos de desarrollo rural sostenible. Así se desprende del examen a la experiencia del movimiento cooperativo del sur del departamento de Santander (nororiente colombiano) que por más de cuarenta años ha llevado a cabo uno de los procesos más relevantes de desarrollo local en Colombia.
Lo que ha ocurrido en tres provincias - Comunera, Vélez y Guanentá – del departamento de Santander, promovidas por la Pastoral Social de la Diócesis de Socorro y San Gil es excepcional. Allí tiene lugar desde hace más de cinco décadas, un conocido y destacado proceso de articulación institucional entre diversos actores - comunidades rurales, iglesia católica, cooperación internacional, sistema educativo y sectores estatales – que deja como resultados a la fecha, 147 cooperativas funcionando con éxito; más del 25 por ciento de la población asociado a cooperativas; una red de organizaciones sociales con más de 200 organizaciones comunitarias (entre ellas 19 asociaciones de mujeres); varios procesos educativos que hacen desarrollo de capacidades; una red de 33 estaciones de radio y televisión comunitarias; y numerosas obras públicas importantes que son fruto de presiones y acciones de las población, entre muchos otros logros que pueden mencionarse. “No hay en el país otra experiencia de economía solidaria de esta magnitud” afirmó el histórico líder de este proceso, Miguel Fajardo, ahora director del Centro de estudios en economía solidaria de la Universidad de San Gil.
Un total de 117.000 personas asociadas en 147 cooperativas (lo que representa el 25 por ciento de la población total de la región), poseen actualmente un patrimonio combinado superior a los 46 millones de dólares, como fruto del proceso de economía solidaria que ha tenido lugar allí.
Los buenos resultados no son sólo económicos. La población del sur de Santander se destaca por su nivel organizativo, su capacidad de autogestión y de hacer alianzas con el sector público para solucionar problemas estratégicos, y por el creciente desarrollo de competencias para la gestión de empresas solidarias y el liderazgo político. La gran mayoría de los gerentes de las cooperativas, y los directivos de las instituciones educativas y de las organizaciones sociales provienen de la propia población y han sido formados en el marco de este proceso. Ángel Yesid Amado, directivo de una de las cooperativas más exitosas, Coomuldesa, presentó los resultados financieros: activos por 90 millones de dólares, más 75.000 afiliados y un capital institucional libre después de ahorros, de casi 10 millones de dólares. Amado es hijo y nieto de dos reconocidos forjadores de este proceso comunitario y actualmente dirige la Fundación Coomuldesa, que se encarga de los programas educativos de la cooperativa y tiene la tarea de formar en el espíritu cooperativista a las nuevas generaciones de la región.
Absalón Machado, miembro del Grupo Diálogo Rural Colombia, una iniciativa de Rimisp y la Corporación PBA, para generar espacios de reflexión y propuestas sobre mitigación de la pobreza rural en el país, destacó que esta experiencia “evidencia el gran papel de la economía campesina y es una demostración de que ésta es un actor importante en la globalización, y que la globalización no es sólo para los empresarios”.