A pesar de que los jóvenes tienen un significativo peso en la población rural colombiana, en la política pública del país se les ha prestado escasa atención. Sólo recientemente algunas entidades y organizaciones han comenzado a señalar la necesidad de que se formule con ellos –como se está haciendo en otros países latinoamericanos- una estrategia integral de apoyo gubernamental, que tenga en cuenta sus intereses, características y expectativas.
No obstante, muchos se preguntan por qué se debe priorizar y otorgar especial importancia en las estrategias gubernamentales de desarrollo a este grupo poblacional. Una de las razones es su considerable vulnerabilidad y su situación desfavorable frente a sus pares urbanos, en todos los indicadores de desarrollo. Este argumento es, sin lugar a dudas, cierto y muy importante. Sin embargo, esto también le sucede a otros grupos de población rural.
En realidad, la principal razón para que se les otorgue prioridad en la política pública tiene que ver con el futuro de los territorios rurales del país. Para nadie es un secreto que muchos jóvenes están migrando hacia las ciudades ante la falta de oportunidades y que la población rural está envejeciendo. De manera que la “sucesión” en ellos no está garantizada.
Los territorios rurales colombianos deberían ser una gran fuente de generación de riqueza para el país. Colombia es uno de los pocos países que dispone de tierras aptas para la agricultura que se encuentran desaprovechadas, y es uno de los que presenta una mayor abundancia de aguas y una mayor biodiversidad.
Estas características son fundamentales en un mundo en que las tierras con vocación agrícola disponibles están reduciéndose aceleradamente y la producción de alimentos está retomando su importancia, en que el agua es un factor cada vez más limitante para la actividad productiva –e, incluso, para los asentamientos humanos- y en que la biodiversidad y los servicios ambientales están adquiriendo creciente importancia económica. En pocas palabras, en el que las áreas rurales se están revalorizando.
Para poder aprovechar estas ventajas naturales y generar riqueza y prosperidad con base en la producción de alimentos y materias primas agropecuarias, la piscicultura, el turismo –rural, ecológico, de aventura- y otras actividades rurales, es necesario disponer de infraestructura y servicios sociales y públicos en las áreas rurales. Pero se requiere, especialmente, contar con una población innovadora, emprendedora y motivada, que cuide y aproveche este potencial.
Los jóvenes –si permanecen en el campo- van a ser los herederos de estos territorios y cuentan con las características apropiadas para convertirlos en lugares donde se pueda vivir bien y se cuente con producciones y servicios competitivos. Tienen la mente abierta, los atrae la tecnología, les gusta experimentar nuevas actividades y nuevas maneras de hacer las cosas. Definitivamente, no desean continuar realizando las actividades tradicionales con los métodos tradicionales.
Sin embargo, para que se quieran quedar y puedan transformar los territorios rurales son necesarias, al menos, dos cosas: 1) que se les dote de la infraestructura y los servicios básicos necesarios que los ayuden a salir de su atraso, y 2) que se otorgue prioridad a los jóvenes en las estrategias y programas gubernamentales y se tomen las medidas requeridas para adecuarlos a sus características, de manera que puedan acceder a ellos.
En síntesis, no sólo por razones de equidad y lucha contra la pobreza se justifica priorizar a los jóvenes rurales en las políticas y programas gubernamentales, sino muy especialmente para contribuir a transformar los territorios rurales para el bien de sus habitantes y de la sociedad colombiana.
*Este artículo fue publicado en Semana Rural.