En esta última etapa, la comunidad escala sus avances organizativos y tecnológicos, expande su producción y sus negocios, se proyecta sobre su localidad, su territorio y su cadena productiva y/o de valor y empieza a incidir en tópicos que le son relevantes pero superan los límites más estrechos de su organización y su negocio. Por esto, las comunidades ya organizadas, de un mismo territorio, interactúan entre ellas para reconocer sus intereses comunes, identificar los actores territoriales con los que deben relacionarse, buscar puntos en común con sus posibles aliados y concretar acuerdos de trabajo que les permitan, entre otros, construir un plan de desarrollo y un sistema continuo de innovación del territorio.
El primero de ellos –el plan- se conoce como un Programa de Desarrollo Rural Integral con Enfoque Territorial (PDRIET). Este programa debe contemplar todos los renglones productivos y de servicios que pueden contribuir con la generación de ingresos de las comunidades rurales, y no únicamente los agropecuarios. Debe tener en cuenta, igualmente, las condiciones ambientales del territorio, la dotación de activos productivos y de infraestructura, la prestación de servicios públicos y sociales, el fortalecimiento y protección del capital humano y la construcción de capital social. En su elaboración, las comunidades rurales organizadas deben participar activamente, si se desea que estos programas de desarrollo rural territorial –o con enfoque territorial- contemplen sus necesidades, sus intereses y sus visiones, de manera que contribuyan a la equidad y a la inclusión.
Adicionalmente, dentro del programa mencionado, se trabaja en la construcción de Sistemas Territoriales de Innovación (STI). En estos sistemas las comunidades deben jugar un papel protagónico, al igual que en los PDRIET, buscando que diferentes entidades y empresas les brinden apoyo o les presten servicios en tópicos tecnológicos, formativos, comerciales, de financiación, ambientales, de infraestructura y de mejoramiento de su calidad de vida. De esta manera podrán hacer valer su agenda y sus visiones en los planes y programas de desarrollo de sus territorios. Como se mencionó, la IRP, en su tercera y última etapa, acompaña a las comunidades rurales en esta proyección territorial.
Una comunidad se encuentra en Etapa III cuando ya ha obtenido éxito en los aspectos claves de su proceso propio (en la organización, en la producción, en la formación de líderes y en los emprendimientos) y desea proyectar esos aprendizajes hacia el territorio y la cadena productiva y apoyar a otras comunidades para que también lo consigan.
Gracias a la alfabetización digital que complementa el acompañamiento desde sus primeras etapas, las comunidades están en capacidad de interactuar con las de otras regiones de Colombia y de otros países y de participar en redes de innovación, verdaderas comunidades de aprendizaje donde intercambian información, conocimientos y experiencias entre pares. Llevan los resultados de sus investigaciones y de sus negocios a otras comunidades, actuando como multiplicadores, y narran sus experiencias y sus logros en reportajes, artículos, videos, blogs y sitios web, con el trabajo de los comunicadores rurales que, con el apoyo de la Corporación PBA, se forman en las distintas comunidades.