- Santiago Perry's Blog
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Las áreas rurales de Colombia juegan un papel trascendental en la vida y el desarrollo económico y social del país. En ellas hay un enorme potencial de generación de riqueza y desarrollo: además de su significativa y laboriosa población, cuentan con considerables riquezas en tierras, aguas, bosques, minerales e hidrocarburos, biodiversidad, paisajes y otros recursos naturales que pueden contribuir a un dinámico desarrollo sostenible, competitivo y equitativo de los diferentes territorios que conforman la geografía nacional. En varias de estas riquezas Colombia ocupa un lugar de privilegio en el concierto internacional.
En dramático contraste con este inmenso potencial, en las áreas rurales colombianas se registran los mayores índices de pobreza y de miseria del país y los peores indicadores de desarrollo social y humano. Cerca de dos de cada tres habitantes rurales se encuentran en la pobreza, y más de una quinta parte en la indigencia, o pobreza extrema. La pobreza es 2,3 veces más alta en los municipios predominantemente rurales que en los centros urbanos.
En las zonas rurales colombianas se expresan con particular intensidad todos los problemas que afectan a la sociedad colombiana – pobreza, desigualdad, violencia, desplazamiento, marginamiento -, y sin cuya solución será difícil cimentar una paz y un desarrollo estables y sostenidos. Para lograrlo, y para aprovechar el enorme potencial de generación de riqueza que tienen las zonas rurales colombianas, es necesario saldar las dos grandes deudas históricas que tiene el país: la deuda con lo rural que se manifiesta en la baja inversión y atención que ha tenido por el marcado sesgo urbano del modelo de desarrollo, y la deuda con los pobres rurales que se expresa en la falta de estrategias y políticas integrales y duraderas de desarrollo rural que privilegien a los pequeños productores, y en especial a los más pobres.
Lo anterior exige que, además de que se comprenda la importancia y el potencial de lo rural y se actúe en consecuencia, se ponga en práctica una política de desarrollo rural inclusiva y equitativa, que se construya desde los territorios, teniendo en cuenta sus potencialidades y limitaciones y partiendo de los procesos y dinámicas que en ellos se presentan.
Esta política debe tener en cuenta que la asociación que durante algún tiempo se hizo entre lo rural y lo agropecuario ya no es apropiada. No solamente las fuentes de ingresos en las zonas rurales incluyen crecientemente actividades distintas a las agropecuarias y las relaciones entre estas zonas y las ciudades se han incrementado y diversificado, sino que la visión de lo rural y de su desarrollo debe contemplar aspectos sociales, ambientales, demográficos, culturales, de infraestructura, que cobijan otros sectores y otras miradas además de las puramente productivas.
En consecuencia, la estrategia de desarrollo rural debe pasar de una visión sectorial a una multisectorial, en la que se contemplen todos los sectores productivos y de servicios presentes en las zonas rurales, las condiciones ambientales del territorio, la dotación de activos productivos y de infraestructura, la prestación de servicios públicos y sociales, el fortalecimiento del desarrollo humano y la construcción de tejido y capital social.
El desarrollo rural debe construirse desde los territorios, a partir de los procesos, experiencias, dinámicas y deseos de los actores de cada uno de ellos. Esto implica una construcción de abajo hacia arriba, con una muy fuerte participación de todos los actores presentes en el respectivo territorio que tienen incidencia en lo rural, y muy especialmente de las comunidades que lo habitan. Particular importancia debe otorgarse a la participación de los excluidos de siempre, al desarrollo de sus capacidades y a la superación de la pobreza y la miseria rurales.
El desarrollo de los territorios y de sus zonas rurales requiere de una institucionalidad fuerte y moderna, altamente descentralizada y flexible, que se adapte a las particularidades territoriales, en la que trabajen de manera armónica los sectores público y privado y las organizaciones sociales y de la sociedad civil. El fortalecimiento de esta institucionalidad – gubernamental y no gubernamental - es fundamental para que los actores del territorio establezcan propósitos comunes y trabajen coordinadamente para lograrlos, para que definan un ordenamiento apropiado de su territorio, para un adecuado relacionamiento con los actores externos que facilite el aprovechamiento de las oportunidades existentes fuera del territorio y para que las comunidades puedan participar del proceso y beneficiarse del desarrollo.
Por fortuna en el país hay un consenso creciente alrededor de la necesidad de pagar la deuda histórica con las áreas y los pobres rurales, de cerrar las enormes brechas y desigualdades que han caracterizado el modelo de crecimiento de la economía nacional y de promover el desarrollo rural de sus variados y ricos territorios. Además de la importancia otorgada al tema en los diálogos de paz, numerosos hechos reflejan esta nueva conciencia de la sociedad y el gobierno colombianos. El más reciente de ellos fue la puesta en marcha de la Misión para la Transformación del Campo, que debe proponer estrategias de mediano y largo plazos para el desarrollo rural y para la dinamización agraria.
Hoy es casi un lugar común hablar en el país de desarrollo rural territorial, o con enfoque territorial, como lo denominamos. No obstante, no siempre es claro a lo que nos estamos refiriendo, ni es obvio que tengamos acuerdos en lo que por el entendemos. ¿Qué es lo que queremos hacer y lograr los colombianos cuando hablamos de desarrollo rural con enfoque territorial?, ¿cómo lo debemos construir?, ¿cuál es la institucionalidad que para ello requerimos, tanto en el ámbito nacional como en el territorial, tanto en lo gubernamental como en lo no gubernamental?, ¿qué papel deben jugar las instituciones gremiales y empresariales y las organizaciones sociales y de la sociedad civil en este desarrollo rural con enfoque territorial?
Estas y otras preguntas las tendremos que responder los colombianos en el complejo proceso de desarrollo de los muy heterogéneos territorios que conforman nuestra rica geografía y nuestra conflictiva historia. Los esfuerzos, las experiencias, las ideas y las propuestas de sus millones de moradores deben ayudarnos a darles una adecuada respuesta. Pero una cosa es segura: si no acertamos y no emprendemos un camino de equidad, inclusión y participación, los colombianos no conoceremos paz duradera, ni desarrollo sostenible perdurable.
Este seminario, que congrega a un grupo de expertos en desarrollo rual, aspira a poner un grano de arena en la respuesta a estas difíciles preguntas. La revisión de experiencias internacionales relevantes, presentadas por los destacados invitados extranjeros que nos acompañan, y de algunos interesantes procesos vividos en territorios colombianos, narrados por sus protagonistas, deben inspirarnos en la búsqueda de caminos para nuestro desarrollo rural con enfoque territorial. A ellos y a todos ustedes les agradecemos de antemano por las luces con las que ayudarán a alumbrar el largo camino para que cimentemos la paz y construyamos una sociedad próspera y equitativa.