Tras la firma del Acuerdo de paz que se llevó a cabo ayer en Cartagena y con el plebiscito el próximo domingo dos de octubre son muchas las dudas que aún tienen millones de colombianos. A pesar de las inquietudes que algunos puedan tener, de lo que no se debe dudar es que el punto uno del Acuerdo busca beneficiar a los campesinos y pequeños productores rurales en todas las zonas del país. Apoyémonos en sus propias palabras.
Carlos Avendaño, líder del Sistema Territorial de Innovación en Agrobiodiversidad de la Provincia de Márquez, Boyacá, asegura que “son 50 años de conflicto armado en donde el sector más afectado ha sido el campesino. Con el Acuerdo, tanto el Gobierno como las FARC le van a poner cuidado al campo y buscarán que se convierta en algo rentable, en donde se aumente la parte tecnológica y se disminuya la emigración de los niños y jóvenes campesinos que terminan su bachillerato y se van corriendo a las ciudades. Sabemos que no va a ser de la noche a la mañana sino que es un proceso largo, pero los más beneficiados vamos a ser el sector campesino no de una región específica sino de todo el país”.
Por su parte, Rosa Quiroz, líder de la Asociación Asomudepas y directiva de la Federación Nacional de Productores de Ñame, apoya el sí “porque es una oportunidad para todos los colombianos de cerrar una era de conflicto y dolor, sobre todo para los que la vivimos. Además, es una esperanza para nosotros los campesinos y una posibilidad de fortalecernos tanto nosotros como el campo, pues vendrán muchas posibilidades y recursos. Tendremos el apoyo tanto del gobierno nacional como de los internacionales y así podremos seguir trabajando en lo que queremos”.
“La firma con las FARC traerá un gran descanso para los desplazados, para las víctimas, para los muertos. Será una gran tranquilidad, un respiro de tanta violencia y el inicio en la búsqueda de la paz. Estar peleando, tirando bala, no sirve. A la gente de acá, del Magdalena Medio, le ha tocado aguantarse porque no tiene para donde irse”, nos cuenta Julio Arrieta, líder de pequeños productores ganaderos de Cantagallo, Bolívar, quien agrega que “Como sabemos, la guerra empezó en el campo y las primeras personas afectadas fueron los campesinos. Las tierras se desvalorizaron, las producciones disminuyeron y ahora producimos para el sustento propio. Muchos campesinos y muchas mujeres se han ido a las ciudades, han cambiado sus costumbres y han cogido otro rumbo. Así la violencia acabó con el núcleo familiar”.
En definitiva, los productores rurales apoyan el acuerdo por dos razones principales. Por un lado, porque piensan en todas las víctimas que ha dejado la guerra, se ponen en sus zapatos y son conscientes de su sufrimiento. Por eso quieren que les llegue tranquilidad, un respiro a tanta violencia y tantas atrocidades. “El Acuerdo es bueno para las víctimas, para las personas que perdieron sus tierras, para los desplazados y desmovilizados. Han tenido un sufrimiento muy grande que por fin puede acabar. Ojalá con el Acuerdo llegue pronto la paz”, anhela Miguel Mesino, líder de los pequeños productores del Municipio de Repelón, Atlántico. Por otro lado, la segunda razón es que son conscientes de los grandes beneficios que llegarán, por fin, al campo colombiano después de tantas décadas de conflicto armado: “Es una buena oportunidad para invertir en el campo y para fortalecer el sector rural y agropecuario con nuevas iniciativas y proyectos productivos. Además, se le dará la oportunidad al campesino a que ayude a formular esas nuevas propuestas”, cuenta ilusionado Carlos Ballén, líder de una organización campesina de Bolívar, Santander, quien ya está participando en la formulación de un Programa de Desarrollo Rural Integral con Enfoque Territorial (PDRIET).
Como vemos, los diferentes líderes rurales apoyan el Acuerdo final porque ven en él una nueva oportunidad, una esperanza que les permita fortalecer su trabajo, su forma de vida y de producción y, sobre todo, les lleve seguridad a sus regiones. Después de tantos años de abandono por fin ven una luz que los ilumine a ellos, que los ayude, los apoye y los proteja. Ellos no piden milagros. No piden puestos, no piden plata ni regalos. Simplemente buscan que el Gobierno deje de ignorarlos a todos ellos y a su fuente de trabajo: el campo.