En esta primera etapa la comunidad y la entidad de acompañamiento se conocen y se crean lazos de confianza que facilitan el trabajo conjunto. La comunidad se diagnostica y construye su ruta de innovación y desarrollo –que es el camino que planifica recorrer para resolver sus principales problemas y potenciar su desarrollo-, con base en la cual se formula el plan de acompañamiento. Se inicia el trabajo en recuperación de la autoestima –deteriorada por el marginamiento que han vivido las comunidades rurales y el menosprecio que han sufrido sus conocimientos-, el fortalecimiento de valores y el crecimiento personal; se crean los primeros gérmenes organizativos; se emprenden procesos de investigación participativa para solucionar los problemas técnicos y mejorar los sistemas productivos; se identifican negocios comunes que se deben emprender o fortalecer y se promueven buenos hábitos empresariales.
Una comunidad se encuentra en esta etapa cuando apenas desea dar inicio a un proceso organizativo, o dicho proceso ya tiene lugar pero es todavía incipiente. La organización y las formas organizativas existentes en el lugar no cumplen un rol importante y son débiles. Los pequeños productores rurales trabajan individualmente, carece de liderazgos y la comunidad no cuenta con un proyecto en ejecución. Esos suelen ser algunos de los rasgos principales de una comunidad en Etapa I.
Los pasos de esta etapa son: acercamiento con la comunidad, Diagnóstico Rural Participativo, aplicación de las Señales de Progreso, definición de la ruta de innovación, formulación del plan de acompañamiento integral y, por último, inicio de ejecución de dicha ruta.