Siempre he pensado que los buenos momentos, acompañados de vino, saben mejor.
En mi caso tengo el lujo de tomar uno preparado con mis propias manos.
Hace un tiempo recibí la receta de mi abuela y desde entonces la conservo como mi mayor tesoro.
Junto a mi amiga de toda la vida tomamos la iniciativa de convertir la cosecha de naranjas en un delicioso vino artesanal.
Comenzamos con el cuidadoso trabajo de recolección, extracción y preparación, dejándolo listo para su periodo de fermentación.
Fue un proceso divertido. La buena compañía trajo largas conversaciones llenas de anécdotas y risas que opacaron el cansancio que implica hacer ese arduo trabajo.
Pero un verdadero amante del buen vino sabe que vale la pena todo el esfuerzo y la espera, para activar sensaciones con este deleite artesanal: el vino de naranja.
Por: Cristina Albán
Comunicadora rural