En los últimos años se ha venido gestando una creciente conciencia pública sobre la necesidad de sacar al campo de su abandono y de su atraso, así como una mayor comprensión de que esta situación ha contribuido a generar gran parte de nuestros males: violencia, narcotráfico, pobreza, hacinamiento en las ciudades, deterioro ambiental. Diferentes manifestaciones de la sociedad y de las autoridades así lo han ilustrado.
La Misión para la Transformación del Campo (o Misión Rural), convocada por el gobierno, pero conformada por expertos de tendencias disímiles –exministros de origen conservador y liberal, académicos, representantes de los gremios y los campesinos- destacó la necesidad de que el país pague la deuda histórica que tiene con la ruralidad, y en especial con sus habitantes más pobres.
Es fundamental que el próximo gobierno se comprometa con este propósito. Por eso, esperamos que los candidatos presidenciales se manifiesten sobre los siguientes temas trascendentales: ¿Qué prioridad tendrá lo rural –y no solo lo agropecuario- en su gobierno? ¿Qué importancia le dará a la inclusión económica y social de todos los habitantes del campo, y cómo la promoverá? ¿Impulsará el enfoque territorial participativo del desarrollo rural? ¿Qué papel tendrán los pequeños productores y los empresarios en su propuesta rural? ¿Qué estrategia implementará con los jóvenes rurales?
Los anteriores no son temas menores. A pesar del enorme potencial de desarrollo y de generación de riqueza que tienen las áreas rurales, todos los indicadores de desarrollo son muy inferiores a los presentados en las zonas urbanas y la brecha en la mayoría de ellos ha venido aumentando –en vez de tender a cerrarse. Esto, sin duda, se debe a la falta de prioridad que se le ha otorgado a lo rural en las estrategias gubernamentales y en la inversión pública.
Asimismo, el porcentaje de habitantes en situación de pobreza en Colombia –mídase por ingresos o por el índice de pobreza multidimensional- es mucho mayor en las zonas rurales. Más de la mitad de la población rural dispersa es pobre. A pesar de ello, las políticas gubernamentales para la superación de la pobreza se han orientado y diseñado más para las zonas urbanas que para las rurales, y para estas últimas son escasas las realizaciones en materia de inclusión social y productiva de los habitantes pobres y vulnerables.
El enfoque territorial participativo del desarrollo rural, por su parte, es esencial para tener en cuenta las características de los diferentes territorios y los deseos e intereses de todos sus habitantes. Como es obvio, ellos son quienes deben definir hacia dónde quieren orientar el desarrollo de sus territorios. Por esta razón lo han adoptado los países europeos y varios de nuestro continente, y la Misión Rural lo tomó como una de sus tres ideas fuerza.
Los pequeños productores son esenciales en la ruralidad colombiana. Producen la mayor parte de los alimentos que consumimos y parte significativa de nuestras exportaciones agropecuarias (café, plátano, diversas frutas, cacao, etc.), juegan un papel fundamental en la ocupación del territorio y en el mantenimiento de nuestra democracia y nuestras culturas y contribuyen a la preservación de nuestra biodiversidad. Junto con los empresarios del campo responden por la generación de riqueza y de empleo en las áreas rurales. Ambos deben ser, por lo tanto, objeto de la política gubernamental. Los recursos públicos deben destinarse a dotarlos de los bienes de beneficio común requeridos para que el campo pueda ser competitivo, y a apoyar a los más pobres para que puedan participar y beneficiarse del progreso que se genere.
Los jóvenes van a ser los herederos de nuestros territorios rurales. Cuentan con el potencial para transformarlos y aprovechar sus enormes posibilidades de generación de riqueza, si tienen apoyo gubernamental. Pero por la falta de este soporte, y de oportunidades, muchos de ellos están migrando a las ciudades, por lo que el futuro de esos territorios se encuentra comprometido.
Estos y otros temas de la ruralidad colombiana deben formar parte de las preocupaciones y propuestas de quienes aspiran a gobernar a Colombia. Y los ciudadanos debemos analizar con atención lo que digan sus programas al respecto.
*Este artículo se publicó en Pulzo y en La Silla Vacía.